Se trata del bosque Panul, último remanente de vegetación nativa de la capital, y que tras una década de defensa por parte de los vecinos aun no encuentra una solución institucional. Ni el Estado ni el municipio han tomado cartas en el asunto, y hoy el bosque continúa bajo amenaza inmobiliaria. Por cierto, todos se han comprometido a protegerlo, desde ministros, parlamentarios e intendentes, pasando por alcaldes y concejales. Sin embargo, ninguno ha cumplido.